mayo 18, 2024

Vuelo 601: el secuestro al avión colombiano que dos paraguayos protagonizaron en el acto de piratería aérea más largo de América Latina

El vuelo 601 en la serie de Netflix. (Foto: BBC)

La pesadilla empezó cuando dos hombres desenfundaron sus armas y se taparon las caras con capuchas después de pararse rápidamente de sus asientos situados en la penúltima fila del Lockheed L-188 Electra que acababa de despegar de la ciudad de Pereira, en Colombia, el 30 de mayo de 1973.

Para ese momento, en el interior del vuelo 601 de la desaparecida Sociedad Aeronáutica de Medellín (conocida como Sam) viajaban 84 personas. Algunas de ellas pensaron que se trataba de una broma.

Así lo recordó el ciclista Luis Reátegui -quien falleció en 2022- en una entrevista al podcast Radio Ambulante de 2021: “Nosotros creímos que era, por ahí, por mamar gallo, por molestar.” Pero luego, hubo un disparo al aire y empezó el miedo.

Desde el momento en el que comenzó el secuestro hasta que terminó en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires, pasaron más de 60 horas y la aeronave recorrió más de 22.000 km de distancia, haciendo múltiples paradas en el camino.

La historia vuelve a tomar relevancia ahora, algo más de 50 años después, gracias a la serie que acaba de lanzar Netflix titulada “Secuestro del vuelo 601”.

Mónica Lopera interpreta a una de las azafatas del vuelo 601
Pie de foto,El secuestro del vuelo 601 de Sam se recrea en una nueva serie de Netflix.

Volando hacia Aruba

Entre 1967 y 1973, hubo cerca de 90 secuestros de aviones en Latinoamérica, y cerca de 30 de ellos ocurrieron en Colombia, según recopiló Massimo Di Ricco, autor del libro “Los Condenados del Aire”, en el cual se basa la serie de Netflix.

En conversación con BBC Mundo, Di Ricco explicó que en la época, la mayor parte de esos vuelos tenían un destino: la isla de Cuba.

“Lo que ocurre es que Cuba, luego de la Revolución -que no se inició como una revolución comunista-, empezó a tomar el rumbo comunista. EE.UU. se asusta de tener el enemigo a 90 millas de casa y ordena un gran bloqueo económico de la isla, el cual, en teoría, sigue hasta nuestros días”.

Y según Di Ricco, muchos de los piratas aéreos latinoamericanos en plena Guerra Fría veían Cuba como “un lugar utópico” en el que podrían vivir según los ideales comunistas.

Es por eso que, en el momento en que los dos hombres armados y encapuchados entraron a la cabina del piloto de la aeronave, el capitán Jaime Lucena, este pensó que su destino iba a ser La Habana, según contó en una entrevista a la televisión local en 1973.

Pero la petición fue otra: la isla de Aruba, la cual, según le dijo Di Ricco a BBC Mundo, era más una parada intermedia en el camino hacia Centroamérica.

Las demandas

Portada del diario El Colombiano de la época con el titular "Colombia no negocia con terroristas"
Pie de foto,Las negociaciones con los secuestradores las llevó a cabo la aerolínea, no el gobierno colombiano

Una vez partieron hacia Aruba y los ánimos empezaron a bajar, los secuestradores comenzaron a hablar, y lo primero que notaron los pasajeros fue que el acento no sonaba a ninguno de la infinidad que se escuchan dentro de Colombia.

En su acento “indeterminado”, le dijeron al capitán que eran miembros de la aún joven organización guerrillera colombiana Ejército de Liberación Nacional (ELN) y que querían US$200.000 en efectivo, además de la liberación de un grupo de “presos políticos”.

Di Ricco cuenta que durante las semanas previas al secuestro del vuelo 601, el ELN tenía una fuerte presencia en los medios colombianos luego de una redada de la policía en la que, según se denunció, cayeron artistas y profesores como supuestos miembros del grupo.

“Se los llevaron todos a un Consejo de Guerra en El Socorro (departamento de Santander), y la noticia era recurrente en la prensa de la época”, dice el investigador. “Ellos probablemente dijeron ‘usemos los presos políticos famosos para desviar un poco la atención’”.

“Pero no les interesaba lo más mínimo nada de esto”.

En lo que es un dato sorprendente, Di Ricco dice que el gobierno colombiano se negó a negociar con los secuestradores y que las discusiones quedaron en manos de la directiva de la aerolínea.

Pero más sorprendente aún es que, a pesar del alarmante número de secuestros aeronáuticos en la época, no parecía haber unos parámetros definidos para establecer qué pasos debía seguir la tripulación en un caso así.

“Eso también me sorprendió a mí. Les pregunté a muchas azafatas y pilotos, y a ninguno le decían qué hacer en caso de secuestro. Muchas veces ni el gobierno ni la policía intervenían, sino que todo quedaba en manos de los gobernadores locales”.

bbc